First dates
En este último programa del mes de agosto fue a «First Dates» a buscar el amor Alfonso, un estudiante madrileño de 20 años: «Aunque no lo parezca, soy humilde y no me echo medallas». El joven nunca había tenido una novia y en el restaurante del programa buscaba «una chica que después de una semana me siga llamando la atención». Reconoció que las mujeres que le atraen «me ponen muy nervioso, e incluso me corto hablando». Alfonso le enseñó a Sobera una pequeña «prosa romántica» que había escrito para su pareja.
Quien recibió el escrito fue Lola, también madrileña y estudiante, que se presentó como una chica «sociable y a la que le gusta relacionarse con la gente». Le confesó a Sobera que buscaba «algo estable, no pienso en casarme ni nada de eso, pero sí algo que dure». Sobera les presentó y pasaron a la mesa. Alfonso, muy educado, le dijo a Lola «siéntese, por favor». Mal comienzo, le avisó Sobera: «No la trates de usted, hombre».
Pese al mal inicio luego la conversación empezó animada. Descubieron al sentarse que a ambos les gustaba escribir, y ella le dijo que le había parecido «muy bonito, un detalle muy guay» la nota que le había dejado. No obstante, en el siguiente tema de conversación surgió la primera discordia. Él, gran deportista, le preguntó a Lola si le gustaba ir al gimnasio y ella respondió que no hacía nada de deporte. «Eso no me ha gustado mucho», dijo Alfonso en el confesionario, «para ella el deporte es algo terciario o "cuaternario"». La creatividad del joven escritor le llevó a inventar sobre la marcha una nueva palabra.
La charla siguió siendo distendida, pero pronto se dieron cuenta de que sus personalidades y su forma de ver la vida eran muy distintas, casi antagónicas. Alfonso explicó que siempre tenía planificado lo que iba a hacer a lo largo de la semana, mientras que ella se definió como «nada cuadriculada, soy más bien alocada». Al final, Alfonso dijo que no quería tener una segunda cita con Lola y cada uno se marchó por su lado.
También probó suerte, por tercera vez en «First Dates», Isabel, una comercial madrileña de 37 años. «Los otros chicos me caían bien, pero no me atraían físicamente», le explicó al presentador. Pese a los fracasos, ella seguía buscando el mismo modelo de hombre: «Alto y deportista».
En ese perfil encajaba José, un entrenador personal mallorquín que se definió como una persona «sensible, aunque no lo parezca». Cuando Isabel le vio aparecer desde el restaurante le dio el corazón un vuelco: «¡No me lo puedo creer" Lo conozco de hablar con él por redes sociales. Se saludaron, muy tímidos al principio, y se sentaron a cenar con un silencio un tanto incómodo.
Pronto se animó la conversación y él le pidio a Isabel que se levantase para verla de cuerpo entero. Ella hizo lo propio y José se levantó con ella y la agarró de la cintura. A partir de ese momento la charla fue desvergonzada y muy directa, sobre todo por parte de José. Ella hacía como que asentía a sus propuestas e insinuaciones, pero mantenía un tono irónico y distanciado. «Él es muy picarón, pero a mí me gusta ir más despacio», explicó.
En el reservado, después de la cena, él le comentó que se alegraba de que ella «quisiese buscar el amor y tener hijos, que es también lo que yo busco». No obstante, cuando llegó el momento de la decisión, en un tono incómodo y forzado, ninguno quiso continuar con la relación. «Tengo preferencia por otro tipo de trato», le soltó ella. José devolvió la pulla diciendo que Isabel estaba «en un mundo de la noche que no va conmigo».