Sánchez priorizó enmendar su soledad europea en la venta de armas a costa de «incumplir» con Podemos

El último giro copernicano de Pedro Sánchez se explica desde los últimos cinco o seis días, prácticamente los mismos que lleva en marcha el conflicto de Ucrania tras el ataque unilateral del presidente de Rusia, Vladimir Putin, la semana pasada. El presidente del Gobierno consensuó con Unidas Podemos, su socio de coalición, que no habría entrega de armas a la resistencia ucraniana de manera directa o bilateral, al margen de lo que decidiese al respecto la Unión Europea (UE). Y también, según fuentes gubernamentales, que no se llevaría al Congreso un aumento de tropas españolas en las misiones que ya tienes desplegadas la OTAN. Con esa premisa llegó Sánchez a su entrevista del lunes por la noche en Radio Televisión Española (RTVE), donde mantuvo que solo a través del fondo europeo de 450 millones de euros destinado a «material ofensivo» se ayudaría al pueblo ucraniano, pero siempre como socio comunitario y no a título individual como país, o de manera bilateral con Kiev. Al día siguiente, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, la portavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez, insistió en la misma idea de manera tajante, y horas después lo hicieron de manera insistente desde Moncloa. En Unidas Podemos veían esa posición consistente con el compromiso adoptado en el seno de la coalición. Pero menos de veinticuatro horas después, y durante su comparecencia en el Congreso de los Diputados para informar de la crisis, Sánchez giró 180 grados y anunció que España enviaría armas a Ucrania. Para entonces ya lo había hecho la gran mayoría de los 27 estados miembros de la UE, incluidos los que tienen líderes socialdemócratas en los que Sánchez busca referenciarse, como el canciller alemán, Olaf Scholz, o el portugués Antonio Costa. En esas circunstancias, el riesgo de quedarse solo ante los socios europeos, o como poco menos que un paria internacional (también han ofrecido armas a los ucranianos Francia o Italia) empezó a pesar en el ánimo de la parte socialista del Gobierno, que controla además los ministerios clave en toda esta crisis, singularmente Defensa y Asuntos Exteriores. Fue precisamente el titular de esta última cartera, José Manuel Albares, quien el martes por la noche se puso en contacto con la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, para comunicarle lo que Sánchez anunciaría al día siguiente en la Cámara Baja. Los ministros socialistas eran proclives a corregir esa desigualdad respecto al resto de aliados. «No tenía mucho sentido quedar al margen», admitía ayer uno de ellos en el Congreso de los Diputados. El enfado de la líder de la formación morada fue mayúsculo y se tradujo al día siguiente tanto en gestos como en palabras. Belarra y la ministra de Igualdad, Irene Montero, que se sientan juntas en la bancada azul, no dejaron de hablar mientras intervenía Sánchez, fueron las únicas que no aplaudieron cuando el presidente anunció ese envío de armas de manera bilateral con Ucrania y, al finalizar el discurso, aplaudieron como suele ser de rigor en los debates parlamentarios, pero de manera ostensible fueron las únicas ministras que no se levantaron para ovacionar a Sánchez. Sí lo hizo la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, sentada justo enfrente, junto s Sánchez y la vicepresidenta primera, Nadia Calviño. «Ustedes se equivocan» Luego, ante los medios, Belarra no ahorró críticas al discurso de Sánchez, en el que dijo haber «echado a faltar» una mayor apelación a las «vías diplomáticas», y puso en duda la «eficacia» del envío de armas a Ucrania que, a su juicio, podría incrementar la tensión bélica. Díaz, en cambio, y ambas siempre físicamente separadas como ya es casi habitual, se limitó a proclamar la «coherencia» del Gobierno y su «apoyo» al presidente. En el mismo hemiciclo Unidas Podemos plasmó su discrepancia en el discurso de su portavoz, Pablo Echenique, al que Sánchez no dudó en contestar, con un expresivo: «Son ustedes los que se equivocan». No se perdieron las formas, ni sonó una palabra más alta que otra, pero la división ya había quedado clara. Por si fuera poco, el presidente del Grupo de Unidas Podemos, Jaume Asens, y hombre fuerte de los Comunes, la confluencia catalana de Ada Colau, habló ante los medios para alinearse más con la postura de Díaz que con la de Belarra. Lo que evidencia un tercer frente que se le abre a la formación morada. Pese a todo, desde el Gobierno no tienen problema en reconocer que dar armas a los ucranianos sin intermediario alguno no era su opción predilecta. Insisten en la virtud de proceder a través del mecanismo del Fondo Europeo para La Paz. Porque a su juicio pone de manifiesto la unidad europea. Unidad es la palabra que más repiten en el Gobierno. Pero, a cuenta del envío de armas de forma autónoma, Sánchez no quería salir de su comparecencia con la imagen de falta de unidad. El presidente del Gobierno, de hecho, reconocía en el turno de dúplica del debate del miércoles que su cambio de criterio sobre la entrega directa de armas a la resistencia ucraniana se produjo precisamente por la posición crítica del primer partido de la oposición. «Lo hice, señorías, porque les escuché a a ustedes, que ponían en cuestión el compromiso del Gobierno. Les escuché y revisamos esa posición, para que no hubiera duda» espetó a la portavoz del PP, Cuca Gamarra. Sánchez ha priorizado esa unidad, clarificando su posición sobre las armas, aunque eso haya supuesto un nuevo temblor en las placas tectónicas de la coalición. Y es que el malestar en Unidas Podemos es muy grande porque consideran que Sánchez ha incumplido un compromiso adquirido con ellos. No les sirve a los morados el hecho de que se les avisara previamente de la rectificación. El sentir entre los morados es que el presidente en momentos trascendentales prefiere «ceder ante la derecha», explican, en vez de mantener su compromiso con sus socios. Este episodio ha evidenciado también que existen diferencias y discrepancias entre Belarra y Montero respecto a Yolanda Díaz, que sí arrastra con ella a los comunes de Ada Colau. La diferencia de enfoque es manifiesta. Aunque en el espacio confederal tratan de minimizarlo, explicando que las diferencias tienen que ver con la reacción ante el «incumplimiento» de Sánchez. Que Díaz se tiene que ver obligada a adoptar una imagen más presidenciable y a defender en última instancia la decisión del líder del Gobierno, pero que Belarra como líder de Podemos tiene que expresar otros matices porque sus bases necesitan marcar distancias y no ver que actúan con conformismo. Aunque en privado lo que expresaban desde uno y otro bando del espacio confederal apuntaba a una diferencia más profunda sobre el fondo de la situación. En Podemos están realmente «preocupados» por verse dentro de un Gobierno que puede verse comprometido con una escalada del conflicto. Ha quedado claro en este lance que Sánchez no va a aprovechar la tesitura para forzar una ruptura. Al contrario, si es factible va a intentar cuidar la coalición. A eso responde esa primera posición que rechazaba la venta de armas. Pero también ha quedado claro que en última instancia no va a quedar atado a esos compromisos, como demuestra la rectificación para finalmente enviar armamento. Y por último: Sánchez va a consentir que Podemos escenifique su malestar. Y va a dejar la responsabilidad de una ruptura eventual del Ejecutivo en el lado morado. Serán ellos quienes deban medir hasta qué punto están dispuestos a llevar su incomodidad. «El problema lo tiene Ione Belarra», reflexionaban ayer desde La Moncloa. Descrtando en todo momento que esta crisis deba tener consecuencias para la coalición. Mientras, Yolanda Díaz tiene que buscar un equilibrio entre ambos en un momento en el que los planes para arrancar su «proceso de escucha» como germen de su candidatura presidencial deben empezar a tomar forma.