Soñaba con dirigir Pirelli y hoy lidera el negocio en Argentina
"Nací en Sao Paulo, tengo 65 años, casi 39 de casado. Cumplo 39 el próximo año, pero en mi segundo matrimonio. El primero es con Pirelli. Me casé con Pirelli en 1983 y con mi esposa en el 86. Muchas veces estoy más con Pirelli que con ella, por eso ella dice: `Esa es la única traición que te permito´". Ocurrente, con una sonrisa casi permanente en el rostro, se presenta Mauricio Canineo, CEO de Pirelli Argentina.
- ¿Y Pirelli le perdona la infidelidad con su mujer?
- La prioridad es mi esposa. Mi mujer y yo... Te doy un ejemplo: tengo 41 años de Pirelli y si cuento neto cuánto tiempo estuve con mi esposa fueron solo 20 años de los 40. Veinte los pasé viajando. Por eso cada 15 días voy a Brasil para estar con ella.
La respuesta va acompañada de una franca sonrisa que suelta este paulista que matiza su castellano con un portugués que hace imposible no notar su origen. Se instaló en la Argentina desde que en 2018 asumió la conducción de la filial local de la compañía. Su esposa, que durante años lo acompañó en un largo peregrinar que los llevó a instalarse en México, Venezuela y Colombia y en el medio tuvo algunos regresos a Brasil, se quedó en su país. Entonces, Canineo se toma pausas en una actividad febril que denota su pasión por el trabajo y cada dos semanas vuelve a su tierra.
La familia se completa con dos hijos, un hombre de 33 años que se estableció en Estados Unidos y una mujer de 26 que vive en Brasil, adonde retornó en tiempos de pandemia luego de casi dos décadas en el exterior entregada a las mudanzas que imponía el trabajo de su padre. Es que el matrimonio de tanto tiempo de Canineo con Pirelli se ha caracterizado por traslados bastante frecuentes que este ingeniero mecánico aceptó para satisfacer su voluntad de enfrentar nuevos desafíos en su carrera.
Hoy puede llegar a resultar llamativo que una persona permanezca tanto tiempo ligado a una empresa. Para el CEO de Pirelli Argentina su caso no es extraño. "Vengo de una familia de cinco hermanos. Mi papá se pensionó cuando tenía 30 años en la misma empresa. Entonces, uno se da cuenta de muchas cosas después de llevar tantos años en la misma empresa. Yo, cuando era chico decía: `¿Por qué él ganó un reloj de oro macizo de la compañía?´. Ahora ya tengo los de 30, 35, 40 años... y lo valoro porque no es una cosa normal y menos ahora".
Pasó 20 años en Brasil y otros tantos en el exterior. "Estuve dando conferencias a líderes jóvenes y les explicaba `a lo mejor ustedes creen que soy un dinosaurio o soy un extraterrestre con tantos años en la misma empresa´. He vivido en varios países diferentes dentro de la misma compañía, con culturas distintas y esto te ayuda para motivarte", comenta sobre su disposición a tomar roles de liderazgo en las distintas filiales de Pirelli en América.
Su historia con la empresa se inició en 1983 en la fábrica local. En este punto, confiesa una frustración que le deparó su larga unión con la firma: "Yo apuntaba a ser director comercial de Pirelli Brasil y nunca lo fui. Fui jefe del director comercial, pero nunca tuve esa función. Imaginate que yo apuntaba a eso y la primera oportunidad la tuve cuando me invitaron a dirigir la operación en México".
Esa primera experiencia en el exterior se dio en 2003, producto de una situación fortuita. El director elegido por la compañía no quiso dejar su país y Canineo no lo dudó. "Llegamos en México con 14 maletas. Ninguno de los cuatro hablaba español. Llegaba a casa por la noche y sufría porque no entendía español y tampoco inglés. Eso al final ayudó para que la familia se uniera mucho más y pasamos por ese período bastante importante de una adaptación a un país nuevo", relata.
Luego de diez años retornó por unos meses a Brasil para tomar impulso nuevamente y partir hacia Venezuela. Los problemas sindicales en un convulsionado país todavía gobernado por Hugo Chávez provocaron que su estancia en territorio caribeño fuera muy difícil. La siguiente etapa se dio en Colombia, otra oportunidad como parte de un proceso que le permitió conocer "países con diferentes culturas y en cada uno tuvimos que afrontar diferentes crisis y problemas".
Cada vez que habla de las dificultades que enfrentó a lo largo de su carrera apela a un modismo bien argentino. "Remar en dulce de leche, no pastelero por ahora", repite con alivio ante la certeza de que siempre ha sido capaz de capear el temporal.
Lo motiva "dejar una huella, un rastro que uno cree fundamental, sobre todo en culturas distintas" y para ello aplica un liderazgo que se caracteriza por la cercanía con los trabajadores de Pirelli. Acostumbra a almorzar con ellos en el comedor de la planta y se sienta en cualquier mesa. En esos momentos no habla de trabajo. No es el jefe, sino uno más.
"Uno siempre quiere ser el ejemplo para los colaboradores. Y en cuanto al vínculo, procuro no ser evasivo con ellos", revela. Se siente uno más porque, en cierta medida, está rodeado de los miembros de su otra familia, esa que formó en distintos países durante su extenso matrimonio con la empresa.