El helicóptero Bell 412EP de la Fuerza Aérea Mexicana vibra con fuerza y sus hélices tasajean las nubes del campo militar. En esta aeronave sin puertas, el ensordecedor rugido del rotor y las ráfagas de aire no distraen a estos soldados. Saben que cada segundo cuenta.MILENIO documentó que sobre una camilla asegurada con cuerdas y mosquetones, yace una soldado que simula haber sido herida por proyectil. La hemorragia debe ser contenida con un torniquete. Se estabiliza. El especialista canaliza una vena en pleno vuelo. El asistente sostiene la solución intravenosa con los brazos tensos, mientras la bolsa se balancea. Todo ocurre en el aire: entre sacudidas, viento y urgencia.Este procedimiento es parte del adiestramiento del curso de Medicina Táctica Militar que reciben los cadetes de las escuelas dedicadas al área de la salud del Sistema Educativo Militar. Todos los estudiantes de las escuelas Militar de Medicina, Odontología, Enfermería, de Oficiales y Clases de Sanidad pasan por este campo. Allí aprenden a ejecutar el protocolo MARCH —control de hemorragias, manejo de vía aérea, respiración, circulación e hipotermia— en condiciones extremas. “En la atención táctica, la misión consiste en asistir al herido con medios limitados en un ambiente hostil. Al discente se le enseña a trabajar bajo presión, sabiendo que la vida de sus compañeros depende de él”, explica el Capitán Segundo de Sanidad, instructor Oscar Sánchez Pérez. “Debe estabilizar al paciente: aplicar torniquetes, garantizar una vía aérea permeable y evacuarlo a un lugar seguro”, agrega.Por ello, el curso —impartido en el Campo Militar 37-B, centro de adiestramiento de las Fuerzas Especiales— incluye un módulo de evacuación aeromédica. En él se simula la llegada de aeronaves o el uso de vehículos automotores para evacuar al herido hacia un hospital. En el aire, la teoría se convierte en supervivencia.Medicina Táctica: la columna vertebral del cursoCuando la agresión estalla, el escenario es diferente: gritos, humo, movimientos en formación. Un elemento cae. De inmediato, mientras sus compañeros montan guardia con rodilla al piso, el equipo de sanidad corre hacia el herido. No hay fuego real, pero la urgencia es auténtica, y no puede haber errores ante los ojos de los instructores. La lesión simulada —una herida por proyectil de arma de fuego en extremidades— representa uno de los escenarios más frecuentes en los combates del soldado mexicano.El uniformado queda tendido en el centro de la agresión. El protocolo exige esperar a que cese el peligro para iniciar el rescate. Ya en zona segura, el personal verifica si se colocó el torniquete correctamente. Luego despejan la vía aérea; si el paciente está consciente, no colocan catéter. Si está inconsciente por hemorragia o shock, se introduce un tubo en la nariz. De inmediato, es envuelto con una manta de aluminio para evitar hipotermia, mientras otros cadetes coordinan la evacuación al punto de extracción.El módulo de Atención de Bajas en Combate es, en palabras del Capitán Sánchez, “la columna vertebral del curso de Medicina Táctica Militar”.“Aquí se adiestra al personal para que, en un futuro, aplique estos conocimientos técnicos y tácticos”, refiere. “Durante la ejecución del entrenamiento, se presenta una baja, y es ahí donde el personal debe aplicar lo aprendido”. Las lesiones más comunes: hemorragias exanguinantes, heridas torácicas, algunas que evolucionan a neumotórax. “Se somete al discente a cierta presión para que desarrolle su habilidad y destreza, simulando un ambiente lo más realista posible”.Este curso está diseñado para los años finales del Sistema Educativo Militar. Los discentes se convertirán en oficiales que, al egresar y ser asignados a unidades del Ejército, Fuerza Aérea o Guardia Nacional, tendrán la misión de capacitar al personal de tropa en atención médica bajo combate.“Así que les extiendo la invitación: esperen la convocatoria, concursen, ingresen, y cuando estén en cuarto o quinto año tendrán la oportunidad de venir a adiestrarse aquí, al Cuerpo de Fuerzas Especiales”, concluye el instructor. La Capitán Primero de Fuerza Aérea, Lucero Jaquelín Menezes Pérez, participante del curso, lo resume con claridad: “Nos sirve a todos como militares. Considero que debería impartirse a todo el personal. Hoy nadie está exento. Saber aplicar un torniquete puede significar salvar nuestra vida o la de un compañero”.Sobre el agua también se combateEl agua les escurre por las botas ya de por sí pesadas. Las camisolas se pegan al cuerpo mojado después de horas en la piscina del campo militar. Parecen incansables. El instructor da la orden, y basta un silbatazo para que los cadetes se lancen al agua. Cada brazada, cada maniobra, responde al perfil de una víctima diferente que debe ser rescatada, mientras el cronómetro corre y los evaluadores no pierden detalle.La primera escena es crítica: víctima inconsciente. El rescatista debe llegar rápido, estabilizar la cabeza sobre el agua, inmovilizar cuello y columna, y trasladar al herido sin provocar lesiones. Luego, víctima consciente y cooperativa: alguien entrenado que ha sufrido un calambre o agotamiento. Se emplea diálogo, flotadores y asistencia controlada.Por último, el reto mayor: víctima en pánico o combativa. Aquí el cadete debe calcular el momento exacto, evitar el agarre violento y ejecutar maniobras que protejan a ambos.“Nos enfocamos en desarrollar la habilidad de rescate acuático. México tiene cuerpos de agua donde podría desplegarse el Ejército, ya sea en operaciones militares o misiones de ayuda humanitaria ante desastres”, explica el Capitán Segundo de Sanidad, Edgar Daniel Acuña de la Paz.“Por eso nuestras tropas deben estar adiestradas para actuar en cualquier entorno, de manera eficiente y eficaz, en beneficio de la población civil y de nuestras fuerzas armadas”.HCM
