Miedo y esperanza en la Navidad de los cristianos en la Siria post Asad
Los poco más de 300.000-400.000 cristianos que aún viven en Siria -de representar el 10% aproximado de la población siria, los cristianos han pasado a ser apenas entre el 1% y el 2%, según las estimaciones- celebran su segunda Navidad -la mayoría de ellos, ortodoxos de distintas denominaciones, lo harán el próximo 7 de enero; la minoría católica, hoy 25 de diciembre- tras la caída del régimen de Bachar al Asad y la llegada de los islamistas radicales entre el miedo y la esperanza.
La amenaza de los yihadistas -que ocuparon una parte de Siria entre 2014 y 2019 con su califato- abocaron durante años a los cristianos a abandonar el país para evitar la muerte. Hoy viven en países como Alemania, Canadá o Francia, también en Estados vecinos como Líbano, Jordania o Turquía. Aunque en torno a un millón y medio de sirios -de los seis millones que se marcharon del país desde el estallido de la guerra; hubo otros siete millones de desplazados internos- ha regresado al país desde diciembre de 2024, sólo un pequeño porcentaje de ellos son cristianos.
Transcurridos varios años desde el fin de la guerra, Siria sigue siendo un territorio devastado que necesitará al menos 216.000 millones de dólares solo para su reconstrucción física, según una estimación del Banco Mundial. Un año después, el Gobierno interino presidido por Ahmed al Sharaa -un antiguo yihadista y líder del Frente al Nusra- puede presumir de haber logrado la retirada de la mayoría de sanciones internacionales, pero no ofrece garantías ni de democracia ni de seguridad para los aproximadamente 25 millones de sirios.
Recién cumplido el primer año desde la inesperada caída del régimen y la irrupción en Damasco de Al Sharaa y su coalición de milicias islamistas radicales (reunidas bajo la denominación de Hayat Tahrir al Sham), los últimos 12 meses arrojan un balance discreto para los cristianos, menos alarmante sin duda que el que pueden hacer otras minorías como los drusos y los alauíes.
Los enfrentamientos entre milicias drusas y alauíes hostiles a las nuevas autoridades islamistas radicales concluyeron con una oleada de ejecuciones -con más de dos millares de ejecutados una vez sofocados los conatos de rebelión- en los meses de marzo y julio de este año en Sueida (demarcación meridional de mayoría drusa cerca de la frontera con los Altos del Golán ocupados por Israel) y las provincias costeras de Latakia y Tartús (feudo del grupo etno-religioso al que pertenecieron los principales cargos del gobierno y la seguridad en el régimen anterior) respectivamente. Choques que evidencian el problema del sectarismo, del que no escapan los cristianos, víctimas de ataques vandálicos y provocaciones en distintos puntos del país.
Sin duda, el peor episodio vivido por los cristianos sirios en este 2025 que comienza a terminarse tuvo lugar el pasado 22 de junio en la iglesia greco-ortodoxa de San Elías, situada en el barrio de Dweila y próximo a la Ciudad Vieja de Damasco, cuando un terrorista suicida -vinculado al Estado Islámico- irrumpió en la misa de la tarde del domingo para acabar con la vida de al menos 25 fieles y dejar heridas a varias decenas más. Un trauma del que les está costando recuperarse, como han reconocido a LA RAZÓN responsables del monasterio latino de San Pablo. “Este verano, en las semanas posteriores al ataque, tenía apenas una decena de fieles en mis misas. No podemos tener seguridad del Estado en cada iglesia, así que contamos con grupos de jóvenes cristianos que vigilan la entrada desde que comenzamos con la celebración. Estamos en manos de Dios”, nos explicaba uno de los sacerdotes de la iglesia adscrita al monasterio pidiendo que respetáramos su anonimato por razones de seguridad. Como ha vuelto a dejar de manifiesto el reciente ataque mortal perpetrado por terroristas del Daesh contra una patrulla sirio-estadounidense en Palmira, el Estado Islámico -que aprovecha el vacío dejado por el Estado en amplias zonas del centro y el este del país- no ha desaparecido de Siria, y los cristianos son uno de sus objetivos indisimulados.
Más allá del problema de la seguridad, la otra gran preocupación de los cristianos en la nueva Siria de Al Sharaa es el estigma que puedan sufrir en el conjunto de la sociedad siria por haber gozado de la protección -al menos durante una parte de las más de cinco décadas del régimen baazista- de las dictaduras de Asad padre e hijo. Políticamente, la presencia de cristianos en las estructuras del gobierno es más que modesta. De hecho, los cristianos cuentan con un solo representante en el gabinete, la titular de Asuntos Sociales y Laborales y activista por los derechos de la mujer Hind Kabawat.
En un encuentro celebrado en Roma a comienzos de noviembre, el arzobispo de la iglesia católica siríaca de Homs, Julian Yacoub Murad aseguraba que la presencia cristiana en Siria “muere lentamente”, lo que supondrá una “enorme pérdida para el país”. “La Iglesia en Siria viven una situación insoportable que no puede continuar. Las razones no están vinculadas a la Iglesia, sino a la catastrófica situación política y económica”, aseguraba el arzobispo de Homs en declaraciones recogidas por la agencia kurda Hawar. A juicio de Murad -que fue secuestrado en 2015 por el propio Daesh-, la “hemorragia de población” requiere un “modelo de gobernanza política y sistema de seguridad claro que logre recuperar la confianza de la población”. “No hemos alcanzado el nivel de violencia de Afganistán, pero no estamos lejos de ello”, remataba, lamentando que los sirios no “disfrutan de libertad religiosa o política”
Navidad en Bab Tuma
Un año más, los barrios con predominio cristiano de Damasco y Alepo han vuelto a instalar los tradicionales árboles de Navidad y otros adornos. Es el caso de Bab Tuma, el distrito cristiano de la Ciudad Vieja damascena, en el que están representados templos católicos latinos como la iglesia de San Pablo, la catedral católica maronita de San Antonio, también iglesia católica greco-melquita de Nuestra Señora de la Dormición o la iglesia ortodoxa siríaca de San Jorge. Junto a la siniestrada iglesia de San Elías, en Dweila, los vecinos han vuelto a erigir su tradicional árbol de Navidad, junto al que se exhiben los rostros de los mártires de la matanza del pasado mes de junio. En Alepo -la capital histórica del cristianismo sirio, hoy agonizante- las pequeñas comunidades católicas maronita, latina, siríaca y armenia celebran hoy la llegada del Mesías en barrios como Al Jdeideh.
Si a corto plazo los cristianos siguen esperando que las promesas de respeto a las minorías que viene haciendo desde su llegada a Damasco el presidente Al Sharaa sean respetadas, el horizonte a largo plazo el cristianismo en Siria, país clave en la historia de la confesión, es sombrío. Una parte importante, quizás mayoritaria, de la juventud cristiana desea abandonar Siria en busca de un futuro mejor en otras partes del mundo, un deseo que anticipa aún más problemas para la supervivencia de unas comunidades ya menguadas.
Sin duda, las palabras de apoyo de León XIV a los cristianos en Siria e Irak en su reciente visita a Beirut han servido de aliento no sólo estrictamente para los católicos, sino para el conjunto de los cristianos de este país, que confían tener algún día al nuevo pontífice. “El primer viaje apostólico del Papa León a Oriente Medio no fue solo para los libaneses, pues incluye a los sirios también”, aseguraba el arzobispo Julian Yacoub Murad, en declaraciones al medio regional Al Modon. Para recordar a un pontífice en tierras sirias, profundamente vinculadas al relato bíblico y a la historia del cristianismo, hay que remontarse a la visita del papa Juan Pablo II a Damasco de mayo de 2001.