El rastro ruso en la Orden de la Legión de Honor
La Rusia de Putin es capaz de difamar todo lo que toca, pero esto resulta especialmente llamativo cuando se trata de contrarrestar la influencia del Kremlin y contener la agresión rusa. Últimamente, Francia se ha convertido en el líder europeo en el apoyo a Ucrania, y el presidente Volodimir Zelenski ha visitado París por décima vez desde su llegada al poder.
Mientras tanto, en Rusia, que continúa destruyendo ciudades ucranianas, viven tranquilamente decenas de personas que han recibido la más alta condecoración francesa: la Orden de la Legión de Honor. Desde 1991, la han recibido más ciudadanos rusos que entre 1802 y 1917, y la mayoría de los galardonados son funcionarios y empresarios: Vladimir Putin (Gran Cruz, 2006), Serguéi Chemezov (oficial, 2010), Serguéi Naryshkin (oficial, 2011, presidente de la «sección rusa» de la orden), Guennadi Timchenko (caballero, 2013) y Vladímir Yakunin (caballero, 2013). Paradójicamente, algunos de los ciudadanos rusos galardonados con este honor fueron incluidos en las listas de sanciones de la UE y de EE UU tras la anexión de Crimea, y un tercio de ellos tras la invasión rusa de Ucrania.
Un gran número de ciudadanos rusos condecorados con órdenes inició su relación con Francia a través de la compra de villas en Mónaco, Antibes y Deauville, la adquisición de clubes de fútbol, donaciones sustanciales a fundaciones culturales francesas y el patrocinio de exposiciones en el Louvre o el Museo Pushkin. Las cifras exactas de estas aportaciones siguen sin ser transparentes: la cuota extranjera de la Orden de la Legión no se somete a debate público y queda en manos exclusiva del Palacio del Elíseo y del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia.
La más alta condecoración francesa actúa como un pase de acceso a un espacio privilegiado del mundo libre. Abre las puertas de la alta sociedad europea, garantiza la invitación a la tradicional recepción del 14 de julio y, sobre todo, otorga protección moral y legitimidad: su poseedor deja de ser un simple nuevo rico ruso para convertirse en un amigo de Francia. La estrategia de conceder estas distinciones se consolidó durante la presidencia de Nicolas Sarkozy y continuó, por inercia diplomática, con su sucesor. Por ejemplo, Yakunin y Chemezov, antiguos compañeros de Putin en el KGB, recibieron la orden en 2010 por «cooperación en el ámbito de las infraestructuras de transporte» y «por su contribución a las relaciones ruso-francesas en el ámbito de la alta tecnología», respectivamente, y Timchenko, cofundador de la empresa petrolera Gunvor y de la empresa Novatek, con participación de TotalEnergy, fue condecorado en 2013 por «el desarrollo de las relaciones energéticas».
Todas estas personas llevan mucho tiempo sometidas a sanciones, lo que ha provocado numerosas demandas para depurar la llamada «lista rusa». Emmanuel Macron, que para entonces ya había concedido la Gran Cruz a Volodimir Zelenski, respondió de forma evasiva a los periodistas en la primavera de 2023: «Aún no ha llegado el momento adecuado para tomar decisiones de este tipo».
Dentro del Consejo de la Orden, algunos de sus miembros sostienen que la presencia de personas incluidas en las listas de sanciones desacredita la distinción, mientras que otros temen que una retirada masiva de condecoraciones sea interpretada en Moscú como un gesto hostil y complique la situación de los ciudadanos franceses en Rusia. A estos últimos ni siquiera les conmueve el caso del historiador ruso Oleg Sokolov (oficial, 2003), que asesinó y descuartizó a una de sus alumnas de posgrado en 2019, fue condenado y ahora cumple pena de cárcel, pero intenta obtener la libertad alistándose en el Ejército ruso para continuar matando en Ucrania. Su ruban rouge, manchada con la sangre de la desafortunada mujer, no le ha sido retirada.
Cabe recordar que, en 2012, François Hollande retiró la condecoración al diseñador John Galliano por sus declaraciones racistas y antisemitas, y en 2014 al ciclista Lance Armstrong por dopaje. En 2017, Emmanuel Macron despojó de la distinción al productor Harvey Weinstein a raíz de un escándalo sexual y, en julio de 2025, se la retiró también a Nicolas Sarkozy. El senador Yves Rispò perdió todas sus condecoraciones en 2014 tras ser condenado por malversación. Así, por pecados menores se envía a los galardonados al infierno y sin medallas, mientras que, en el caso de los criminales de guerra y asesinos de la llamada sección rusa, todavía hay que pensarlo.
En este sentido, Francia se distancia claramente de la mayoría de los países europeos: ya en mayo de 2022, Italia privó de sus altas condecoraciones a Mishustin, Manturov, Kostin, Grushkó y Beloziórov por considerarlos «indignos». Hace diez años, España otorgó la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica al oligarca Mijaíl Kusnirovich (ciudadano italiano residente actualmente en Suiza), cercano a Putin, pero Madrid retiró de forma simbólica al propio Putin la «Llave de oro de la ciudad». Pero París guarda silencio, y la condecoración otorgada «por méritos y lealtad a Francia» sigue funcionando para el entorno de Putin como una licencia de impunidad. Incluso cuando una parte considerable de la llamada «sección rusa» figura como cómplice directo de numerosos crímenes de guerra, las perspectivas de que esta situación vergonzosa se corrija a corto plazo siguen siendo escasas.