Un barco hundido, fallos recurrentes, mar extremo y  búsqueda contrarreloj

Aun cubierto por nubes bajas y un mar lejos de la calma habitual de estas latitudes, Indonesia reforzó este martes el dispositivo de búsqueda en torno a la isla de Padar, en el corazón del Parque Nacional de Komodo. Era la quinta jornada desde que una embarcación turística naufragara en la zona y dejara tres ciudadanos españoles en paradero desconocido. El operativo continúa ampliándose tras jornadas especialmente duras, marcadas por la recuperación del cuerpo sin vida de una menor y por condiciones meteorológicas adversas que han obligado a suspender toda la navegación recreativa en el área.

El accidente ocurrió la noche del viernes, en un estrecho canal sometido a fuertes corrientes y batimetría irregular, cuando el KM Putri Sakinah —un barco dedicado al transporte turístico de corta distancia— se vio superado por una secuencia de olas de gran energía. A bordo viajaban once personas, entre seis pasajeros extranjeros, cuatro tripulantes y un guía local. Siete lograron sobrevivir. Cuatro no.

Desde entonces, el escenario del siniestro se ha transformado en un perímetro de búsqueda intensiva. Más de un centenar de efectivos participan en las labores entre buceadores especializados, personal de la Marina, policía marítima y equipos técnicos dotados de sonar de barrido lateral y vehículos submarinos no tripulados. La prioridad es doble, localizar a los tres desaparecidos y reconstruir con precisión las circunstancias técnicas que condujeron al hundimiento.

Un canal traicionero

Las coordenadas confirmadas por las autoridades sitúan el punto del naufragio en un paso angosto al norte de Padar, un enclave conocido entre navegantes locales por la aceleración de corrientes y la entrada súbita de mar de fondo procedente de aguas abiertas. Allí, según la Marina de Labuan Bajo, se activó un fenómeno oceanográfico local conocido como 'cala-cala': una alteración puntual del estado del mar que se produce cuando grandes masas de agua penetran en canales someros, generando trenes de olas cortos, abruptos y de gran potencia.

No es un episodio prolongado ni fácilmente previsible. Puede manifestarse en cuestión de minutos y desaparecer con la misma rapidez. Su carácter localizado lo convierte en una amenaza especialmente peligrosa durante la navegación nocturna, cuando la lectura visual del mar es prácticamente inexistente y la anticipación depende del conocimiento previo del entorno.

En el momento del accidente, cerca de 190 embarcaciones operaban en el Parque Nacional de Komodo. Solo una emitió una señal de socorro.

Minutos críticos

Los testimonios de los supervivientes descartan, por ahora, un fallo mecánico. El motor del Putri Sakinah seguía funcionando hasta instantes antes de la escora final. La secuencia descrita es clara desde el punto de vista náutico: una primera ola desestabiliza, una segunda reduce el margen de recuperación y una tercera provoca el vuelco definitivo. Todo ocurrió en cuestión de minutos.

Las embarcaciones turísticas que operan en la zona suelen estar diseñadas para aguas relativamente protegidas, con francobordos contenidos y configuraciones pensadas para optimizar capacidad y experiencia del pasajero. En ese equilibrio, el margen de estabilidad transversal es limitado. Una carga asimétrica, pasajeros concentrados en cubierta o una velocidad inadecuada frente a mar cruzada pueden marcar la diferencia entre capear un impacto o perder el control.

Navegar de noche, decidir a tiempo

La navegación nocturna es habitual en Komodo, impulsada por la presión de itinerarios cerrados y la alta demanda turística. Sin embargo, en canales complejos como el de Padar, esta práctica multiplica el riesgo. Corrientes cruzadas, fondo irregular y fenómenos locales exigen una gestión del riesgo constante y, en muchos casos, la renuncia a continuar.

Aquí emerge una cuestión clave: el cala-cala es conocido por los operadores locales. ¿Existen advertencias formales sobre los tramos más expuestos? ¿Se ajustan rutas , medios y horarios en función de esos riesgos? La falta de protocolos claros convierte el conocimiento informal en una variable peligrosa.

Un problema estructural

El naufragio del KM Putri Sakinah no es un episodio aislado. Indonesia ha registrado más de 190 grandes accidentes marítimos en la última década, con al menos 787 víctimas mortales. Los análisis técnicos coinciden en un patrón reiterado: la mayoría de los siniestros graves se producen durante la navegación en tránsito y están vinculados a decisiones operativas y factores humanos más que a fallos estructurales del buque. La presión comercial, la antigüedad de parte de la flota y la aplicación desigual de las normas de seguridad dibujan un escenario frágil. Cada tragedia reactiva el debate, pero rara vez se traduce en reformas sostenidas.

Turismo frente a seguridad

Este Parque Nacional es uno de los principales escaparates turísticos de Indonesia. El crecimiento constante del número de visitantes ha multiplicado rutas y frecuencias, pero no siempre acompañado de una mejora equivalente en estándares operativos. La ecuación es delicada, con más tráfico, más exigencia horaria y menos margen para cancelar salidas cuando el entorno se vuelve hostil. El resultado es una industria que opera al límite, donde el riesgo se normaliza hasta que el mar impone su ley.

Identidades y conmoción en España

Entre los desaparecidos se encuentra Fernando Martín, exfutbolista y entrenador del equipo femenino B del Valencia CF, junto a tres menores. La noticia ha generado una fuerte conmoción en el ámbito deportivo y social en España, con múltiples mensajes de apoyo y condolencias mientras continúan las labores de búsqueda. Las gestiones diplomáticas se coordinan entre las autoridades españolas y las indonesias, y los familiares han pedido públicamente que no se detenga el operativo pese al paso del tiempo y a las dificultades técnicas

Las lecciones que deja el mar

Mientras continúan las tareas de búsqueda, el accidente deja lecciones claras para la navegación turística en entornos complejos como cartografiar y señalizar zonas de fenómenos localizados, revisar la viabilidad de la navegación nocturna en canales críticos, reforzar la formación de tripulaciones en lectura avanzada del mar y toma de decisiones preventivas y reevaluar los límites operativos de embarcaciones diseñadas para turismo, no para absorber energía extrema.

El mar de Komodo seguirá siendo transitado. Las rutas continuarán abiertas. Pero este naufragio ha recordado una verdad conocida por los profesionales y es que en navegación costera, el peligro no siempre se anuncia, y cuando se materializa, no concede segundas oportunidades.