Cuando las estrellas explicaban el mundo
Urano dejará a Tauro y entrará en Géminis liberando al signo de su influencia opresiva, los signos del zodiaco favorecidos para el 2026 son Tauro y Escorpio; Aries y Acuario tendrán económicamente un buen año. Esta o similares predicciones similares navegan por las redes sociales para tranquilidad de los signos afortunados por el horóscopo. Aunque muchos se lo tomen a risa, desde la Antigüedad se ha prestado atención a las predicciones. Ya en Babilonia se consideraba la posición de las estrellas y los fenómenos naturales como mensajes de los dioses a la humanidad.
También fue en Babilonia donde se desarrolló un marco matemático uniforme dentro del cual se podían situar el Sol y la Luna y los cinco planetas entonces conocidos (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) en las tablillas de «Mul Alpin», en cuneiforme, una copia del siglo VII a.C., pero que recoge información previa alrededor del 1000 a.C. El conjunto de tablillas recibe su nombre de la primera constelación del año: el Arado, «Mul Alpin», identificado con el Triángulo y Alamak, la tercera estrella de la constelación de Andrómeda.
Proyecciones humanas
La forma de las constelaciones son proyecciones humanas que han recibido nombres diferentes en cada cultura. El zodiaco fue una construcción matemática en base a la cual se dividió la esfera celeste en 12 partes iguales de 30 grados cada una asignándole el nombre de la constelación más preeminente, correspondiendo cada una de las franjas a los meses del calendario lunisolar. El marco matemático creado en Babilonia fue heredado por los griegos, desarrollando aún más la astronomía, las leyes que rigen el movimiento de los astros. «Si un hombre conoce con precisión los movimientos del Sol y de la Luna sin que se le escapen ni el momento ni el lugar, y si conoce la naturaleza de los astros como consecuencia de la observación, ¿cómo no va a ser capaz de predecir su futuro?», escribía Ptolomeo en el siglo II d.C.
Para los griegos, la Tierra y los hombres recibían la acción de los astros. Los planetas concretamente tenían sus rasgos y su carácter; y según estuviesen en sus casas zodiacales podían tener buenos o malos efectos sobre la humanidad. La moda astrológica se propagó entre las élites acudiendo a sacerdotes y matemáticos que interpretaban eclipses o la aparición de cometas.
Herencia de la mitología griega
Los nombres actuales del zodiaco provienen de los mitos griegos: Aries se inspira en el dios Ares; Tauro, en el Minotauro; Géminis, en los gemelos Cástor y Polux; Virgo, en Astrea, virgen hija de Zeus y Temis... Encontrándose el resto en los relatos mitológicos.
Los horóscopos más antiguos que conocemos están escritos sobre papiro y contienen la posición de los astros para el momento al que se refiere la consulta: «El día 2 de octubre del 3 a.C., año 27 de César, a la tercera hora del día: Sol en Libra, Luna en Piscis, Saturno en Tauro, Júpiter en Cáncer, Marte en Virgo, Venus en Escorpio, Mercurio en Virgo, el ascendente en Escorpio; Leo culmina, luego Tauro hace su ocaso. Hay peligros, toma precauciones durante cuarenta días por causa de Marte».
Conocidos son los horóscopos de Vecio Valente, un astrólogo de Alejandría del siglo II d.C., cuya obra Antología recoge más de cien gráficos de cartas astrales, ofreciendo horóscopos de personas que fallecieron de muerte violenta. Para ello se inspiraba en la posición de los planetas en el círculo zodiacal llegando a determinar el carácter o las enfermedades.
Palabra de astrólogo
En Roma, se consultaba a los astrólogos, para predecir el resultado de guerras y campañas militares. Los generales buscaban el consejo de los astrólogos antes de lanzar campañas militares, considerando la alineación de las estrellas y los planetas para influir en el resultado de la batalla y en el éxito o el fracaso de la estrategia. Los astrólogos también podían predecir desastres naturales como terremotos, inundaciones y sequías, a menudo entendidos como mensajes divinos. Además de eventos importantes, también se consultaban para asuntos de agricultura, negocios y otras actividades cotidianas. A los expertos acudían patricios y plebeyos por igual. Según el historiador Suetonio, un astrólogo había advertido repetidamente al César, que se enfrentaría a un gran peligro en los idus de marzo. A pesar de la advertencia, este decidió asistir al Senado, donde fue asesinado. El emperador Augusto también era un firme defensor de la astrología, e incluso contaba con su propio asistente personal, Balbilo, a quien consultaba regularmente. Augusto creía que su éxito como gobernante se debía en parte a la guía que recibía de los cielos.
El éxito de los horóscopos provocó la suplantación de los mismos por charlatanes y farsantes que abusaban de la buena fe de los consultantes. El poeta Juvenal, que vivió en el siglo II d.C. en época de Antonino Pio, afirmaba que «no había astrólogo talentoso que no hubiese sufrido condena»; ya que progresivamente se empezaron a denunciarse las malas prácticas.
Con el cristianismo los horóscopos fueron perseguidos por considerarse «obra del diablo» y, por lo tanto, eficaces contra la voluntad divina.
De este modo, con creyentes y detractores a partes iguales, los horóscopos y las predicciones continúan en nuestros días; lejos de la simple adivinación, nos recuerdan que mirar al cielo es una forma de comprender la Tierra.