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2023

Almudena García-Rubio, antropóloga: "Tocar huesos en una fosa no dice nada, pero los objetos hablan de la persona"

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Almudena García-Rubio, antropóloga: "Tocar huesos en una fosa no dice nada, pero los objetos hablan de la persona"

Entre el 18 de julio de 1936 y el mes de mayo de 1937 miles de mallorquines, ibicencos y formenterenses murieron a manos de grupos armados, principalmente falangistas, que los asesinaron sin la pírrica garantía de un juicio sumarísimo. La mayoría de los cadáveres fueron enterrados en fosas comunes, abiertas a contrarreloj y cerradas a cal y canto. Durante casi ocho décadas (cuatro de dictadura y otras cuatro de democracia) nadie removió la tierra de las zonas civiles de los cementerios donde los familiares sabían o sospechaban o imaginaban que habían terminado sus seres queridos. Porreres; son Coletes, en Manacor; son Valentí, en Palma; son Carrió, en Sant Llorenç des Cardassar; el Cementeri Vell de Eivissa; Sant Francesc, en Formentera. Una lista de fosas comunes que llega a cincuenta y seis y que también incluye fincas privadas, pozos y hasta playas como la de sa Coma, en el levante mallorquín. Puntos en el mapa unidos por el horror y el tabú de un silencio impuesto.

Las tornas cambiaron cuando en 2014 el colectivo Memòria de Mallorca promovió la primera exhumación en busca de los republicanos desaparecidos durante la Guerra Civil. En los últimos nueve años se han recuperado los restos de trescientas personas y se ha podido identificar a medio centenar de las víctimas. Sin la Ley de Fosas que aprobó el Parlament de les Illes Balears el 13 de junio de 2016 y la Ley de Memoria Democrática, aprobada el 27 de marzo de 2018, estos resultados “no habrían sido posibles”, dice Almudena García-Rubio. Esta osteoarqueóloga ha dirigido las actuaciones realizadas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi durante los tres planes de fosas y, ahora, se encuentra al frente de la cuarta fase del proyecto, que comenzó a principios de año y se extenderá hasta 2025. En una cafetería de Sant Josep de sa Talaia, el municipio ibicenco donde regresa cuando termina los proyectos de antropología que le han llevado a recorrer España, y también algunos rincones de Latinoamérica, el Cáucaso o África, charlamos sobre el trabajo hecho en Balears y lo que queda por hacer: el texto de la Ley de Fosas cifraba en dos mil el número de desaparecidos.

En algunas declaraciones y entrevistas ha dicho que considera especiales los planes de fosas del Govern balear. ¿Por qué?

Tiene varios puntos a favor. Balears es una comunidad pequeña: si comparas el número de víctimas y fosas a exhumar con las cifras de la represión en Andalucía, no tiene nada que ver. Además, en Balears se comenzó tarde. Aunque las asociaciones memorialísticas vienen trabajando desde hace muchos años, las exhumaciones se institucionalizan cuando se aprueba la Ley de Memoria en 2016. Balears aprende de las experiencias que se estaban dando en otras partes del Estado. Por eso, nuestro modelo organizativo también es diferente. Se fundamenta en la Comisión Técnica de Desaparecidos y Fosas que se creó para desarrollarla. Con cada plan se han ido mejorando cosas, pero es un modelo que funciona. Esa comisión que decide qué fosas hay que hacer, y ese Govern detrás, financiando las propuestas que le llegan desde la comisión, explica que estas dos legislaturas de implementación de políticas de memoria hayan sido productivas.

¿De qué errores ajenos se aprendió a la hora de preparar el I Plan de Fosas?

Estamos hablando de proyectos con una gran financiación. Por tanto, tiene que haber un concurso público. Los equipos técnicos nos tenemos que presentar a esos concursos. Si hay proyectos que tienen continuidad y la segunda fase la hace un grupo diferente, puede haber problemas de comunicación. Eso está pasando a nivel estatal. En Balears solamente nos hemos presentado dos grupos de trabajo: la Sociedad de Ciencias Aranzadi y Atics Associació de Tècnics d’Investigacions Culturals i Socials. Nosotros, por ejemplo, hemos creado un banco de ADN para reunir las pruebas genéticas que estaban en laboratorios diferentes. En cada plan hemos introducido mejoras. Como tener una figura de acompañamiento psicológico, que ha entrado en el IV Plan de Fosas [dotado con más de 1,3 millones de euros] y es algo pionero en el Estado. 

¿Cómo estaban los cementerios donde se sabía que había fosas comunes cuando empezaron a trabajar?

Prácticamente todas las exhumaciones han sido en cementerios que han seguido en uso como lugares de enterramiento. Ha habido exhumaciones, pero no por parte de las familias [de las víctimas de la Guerra Civil], forman parte de la vida cementerial para poder seguir enterrando. Muchas de las fosas no las encontramos porque el espacio ha sido reutilizado.

¿En Balears hubo exhumaciones durante la Transición?

No me consta. Todo lo que sea alterar el registro, por decirlo en términos arqueológicos, juega en contra de encontrar las fosas en posición primaria, tal cual fueron hechas. Fosas hay en cementerios de todo el Estado, pero es verdad que en otros lugares donde ha trabajado Aranzadi la mayoría de las fosas las hemos buscado en el campo: son las fosas de las cunetas. Pueden estar alteradas porque se haya buscado en los años setenta o porque les afectó una ampliación del camino o la carretera. Sin embargo, no siempre han sufrido alteraciones. Eso es más difícil en los cementerios donde se ha seguido enterrando. El 40 por ciento de los restos que hemos encontrado en Balears estaban en posición secundaria. Véase ses Figueretes, o en los dos casos grandes y con mejores resultados de Mallorca: son Coletes o Porreres. En Porreres parecía que todo estaba in situ hasta que en 2021 buscamos debajo de un bloque de nichos posterior: en uno de los nichos habían hecho una cimentación profunda con cemento y hormigón que afectaba a dos de las fosas. Lo sorprendente, casi, es que haya tantos resultados positivos cuando han pasado más de ochenta años de uso cementerial.

Antes de coger las herramientas, ¿cuánta importancia tiene el testimonio de los descendientes de los fusilados?

Es básica la información de los testimonios en la fase previa de búsqueda, la parte más difícil de todo el proceso. En algunos casos no hay ningún testimonio oral y es documentación lo que tenemos. Pero en la mayoría de los casos hay gente que recuerda, gente que contó, gente que explicó, gente que escuchó… y eso es básico para saber por dónde empezar. Todavía nos queda gente que tenía entonces trece o catorce años y conserva el recuerdo muy vivo. No es lo mismo Porreres, donde hubo asesinatos durante varios meses, y por tanto en el pueblo se escuchó muchas veces y mucha gente supo lo que pasaba, que cuando estás buscando los restos de una persona o de un grupo de víctimas. Es más difícil que esa historia haya sobrevivido tantas décadas.

¿Cómo resumiría los pasos que dan desde que deciden el sitio donde van a excavar hasta que se puede entregar, si sale todo bien, los restos identificados a los familiares de las víctimas?

A alguien que no supiera en qué consiste nuestra trabajo le explicaría que nuestro objetivo principal es la identificación de los restos para poderlos retornar a las familias, que son la razón de ser de esto. Para llegar a la identificación lo primero que hay que hacer es tener restos. La información testimonial o documental es fundamental para saber en qué zonas de qué cementerios podemos empezar a buscar. Es entonces cuando empieza la fase de excavación: si es positiva, procedemos a la exhumación de la fosa. La documentamos y exhumamos los restos que podamos encontrar. De ahí pasaríamos a la fase de laboratorio: esos restos tienen que ser estudiados con metodología de antropología forense para poder hacer, por un lado, la valoración del perfil biológico básico. Es decir, para tratar de caracterizar a esa persona físicamente: sexo, edad, estatura, patologías, estudio dental… También se realiza el estudio de las circunstancias y causas de muerte. Con esos datos ya podemos mandar muestras al laboratorio de genética. A veces no tenemos ninguna pista y hay que cruzar todos los datos con todos los familiares porque no sabemos quiénes son.

¿Dentro de ese proceso qué fuerza –simbólica, moral, histórica– tienen los objetos que aparecen junto a los huesos?

Antes me has preguntado por las características especiales del plan de fosas de Balears: desde la segunda fase, [los objetos] son restaurados. Tienen importancia desde el punto de vista identificativo –porque pueden ayudar a identificar a la víctima– como desde el punto de vista simbólico para las personas que recuperan los restos de un familiar. Hay quien lo hace, pero salvo que seas antropólogo, tocar los huesos que encontramos en la fosa no te va a decir nada. En cambio, los objetos te están hablando de la vida, del carácter, la cotidianidad de la persona. Nos permite hacernos una idea de las características de la materialidad de esa época. Son elementos que sirven para la investigación porque nos dicen si esa persona tuvo más o menos recursos. La mayoría de las víctimas son detenidas en un momento concreto de su vida y te encuentras en la fosa lo que llevaban encima: sus gafas, las llaves de su casa, el monedero, la navaja con la que trabajaba en el campo…

Como aquel sonajero dentro del mandil…

¡El sonajero de Martín!

En 2011, Almudena García-Rubio participó en la búsqueda de doscientos cincuenta republicanos asesinados en Palencia y varios pueblos de la provincia. Los restos estaban enterrados bajo un parque infantil de la capital castellana. Entre los huesos de una de las víctimas, Catalina Muñoz, apareció un sonajero. Tras constatar que estaba fabricado con el plástico que se usaba en la época de la Guerra Civil, Martín de la Torre Muñoz recuperó algo más que el juguete que le habían arrebatado cuando era un bebé de nueve meses. A los setenta y cinco años encontró un objeto que lo conectaba a una madre a la que no podía recordar y de la que no conservaba ni siquiera una fotografía.

¿Qué mensaje nos envía la pluma estilográfica de Aurora Picornell?

La pluma estilográfica… [se calla y piensa unos segundos] No sé si hemos encontrado un objeto más representativo de una persona que la pluma de Aurora Picornell. Te lees su biografía y si algo caracteriza su vida pública es el hecho de divulgar ideas, tanto oralmente, porque era una gran comunicadora, como por escrito: fue muy productiva y dejó muchos artículos publicados en su corta vida. Que hayamos encontrado junto a ella su pluma estilográfica es completamente simbólico de lo que significa.

¿Fue un punto y a parte en su trabajo encontrar los restos de las rojas del Molinar en son Coletes y poderlos identificar?

Creo que todo el equipo estará de acuerdo en que fue muy importante. Todas las víctimas lo son, pero las rojas del Molinar y Aurora Picornell tienen mucha fuerza simbólica. La primera exhumación con dinero público que se hizo en Balears fue Porreres. Había cientos de víctimas por encontrar, pero la gran pregunta continua era “¿y las mujeres?”

Se sabía que las habían matado juntas.

En la puesta en libertad de la cárcel estaban los cinco nombres juntos. Formaban un grupo muy concreto. Irnos de Porreres sabiendo que ya se habían vaciado todas las fosas y que allí nos estaban nos dejó un hueco… Ninguno pensó que estarían en son Coletes porque aquel cementerio tenía otra historia. Exhumando en Manacor encontramos un grupo de cinco mujeres y pensamos que eran las milicianas que sabíamos que habían asesinado allí. Luego nos dimos cuenta de que la cultura material, justamente, coincidía con las rojas del Molinar… Y no fue tanto por la pluma, que podía haber pertenecido a una de las milicianas. De las milicianas tenemos una foto que les hicieron un día antes de matarlas y van vestidas con unos monos. Lo que nos encontramos no acompañaba nada. Entonces empezamos a preguntarnos: ¿qué otro grupo de cinco mujeres se busca en Mallorca? Sólo podían ser las rojas del Molinar. Fue súper importante el hallazgo porque hay familiares de todas ellas, excepto de Belarmina [González]. A nivel histórico es una pieza del puzle que explica cómo fue la represión en Mallorca y cómo funcionaban los grupos de falangistas que hacían desaparecer personas en los años 36 y 37. Asesinándolas. De las más de trescientas víctimas que se han recuperado, hay cincuenta y tres identificaciones. ¡Es tan difícil identificar con el tiempo que ha pasado! Identificar a cinco personas a la vez fue un empujón a nuestro trabajo.

¿La repercusión que tuvo a nivel mediático la exhumación e identificación de los restos de Picornell y sus compañeras ayudó a visibilizar fuera de Balears su trabajo? Al menos entre las personas que apoyan la recuperación de la memoria democrática española.

Cuando sucede algo que se sale de lo ordinario exhumando una fosa los medios de comunicación tienen una historia digamos que más fácil de contar; más entendible. Esta es la historia balear que más ha trascendido. Nos han invitado a contarla en la península, sobre todo en Catalunya y nosotros hemos aprovechado para explicar nuestra manera de trabajar. Unos compañeros de Andalucía montaron unas jornadas sobre modelos organizativos de exhumación de fosas comunes y fuimos a explicar cómo trabajábamos en Balears. Cuando terminamos nuestra intervención, lo que nos decían nuestros compañeros era que les dábamos envidia porque nuestros planes estaban organizados para dar seguridad: al proceso, a las familias y a los equipos.

¿Qué ha aprendido como antropóloga forense gracias a este proyecto?

Las fosas nos ayudan a visibilizar el tipo de represión que hubo en Balears. En otros lugares se ha exhumado mucho –como estamos haciendo en Madrid o Paterna, como se hizo en Palencia– para encontrar a las víctimas de la segunda fase de la represión, al final de la Guerra Civil y durante los primeros años de la dictadura, cuando había juicios sumarísimos. En cambio, en Balears fueron muertes extrajudiciales, la represión descontrolada de los primeros momentos. El terror caliente: así fue la represión en las islas. Luego se tranquilizó, hasta que llegamos al caso de Formentera, muy particular al tratarse de un campo de concentración de prisioneros. Igual hay nada más tres o cuatro proyectos vinculados a exhumaciones en todo el Estado que traten de encontrar restos de muertes en cautividad.

¿Hay en Balears restos de las víctimas que asesinaron las milicias de izquierdas en fosas comunes?

Lo que a mí me consta es que todas esas víctimas, si no se recuperaron los cuerpos, al menos sí fueron homenajeadas de forma pública. Esa es la principal diferencia. Nosotros no sólo estamos buscando las tumbas. Es todo un acto de memoria para recordarlos. En cada cementerio, sus nombres deben aparecer escritos en un memorial. Esos nombres estaban desaparecidos de la Historia, algo que no ocurrió con los represaliados de la violencia republicana, que desde el primer momento fueron, al menos, conocidos. Se investigó sus muertes y se les homenajeó, en las iglesias principalmente. La dictadura franquista atendió las peticiones y deseos de los familiares.

¿En los últimos veinte años ha conocido a algún familiar de los asesinados que tuviera odio, rencor o deseos de revancha?

No es ese el discurso de los familiares de las víctimas que impulsan las exhumaciones. Rabia e impotencia sí que hemos escuchado, claro. Son historias terribles. Pero revancha, venganza u odio profundo, la verdad es que no. No me viene nadie a la cabeza.

¿Su trabajo debería culminar con la creación de un museo de la memoria democrática balear?

Había un proyecto, que no sé si ahora se concretará, para hacer un museo de la memoria en Mallorca. Sería buenísimo (y también pionero) crear un espacio donde se explique con todo el rigor el trabajo de estos años y por qué se ha hecho. Creo que es algo que podría hacerse sin ningún problema, igual que, a raíz de encontrar a Aurora Picornell, se ha estado contando en los institutos de Mallorca qué hemos estado haciendo en son Coletes. También han venido muchos grupos [de alumnos] a visitar las exhumaciones. 

¿Qué memoriales o museos que recuerden a las víctimas de una guerra civil o un golpe de Estado de otros países crees que podrían servirnos de inspiración?

No soy ninguna experta, pero sí he estado en algún centro memorialístico de Santiago de Chile o en la ESMA de Buenos Aires, donde se le ha dado la vuelta para explicar lo que allí pasó con la mentalidad democrática del siglo XXI [se refiere a la antigua sede de la Escuela de Mecánica de la Armada, que funcionó como centro de detención, tortura y exterminio entre 1976 y 1983 durante la dictadura argentina y ahora alberga el Museo Sitio de Memoria]. Desde luego, son referentes que podríamos tener.

En Chile, años después del golpe de Estado que derrocó al gobierno de Allende y acabó con la democracia, la dictadura de Pinochet desenterró fosas comunes para destruir completamente los restos. ¿El gran triunfo del franquismo fue no preocuparse de este asunto? ¿Las fosas fueron el recordatorio a los republicanos que sobrevivieron a la Guerra Civil de lo que les sucedería si se enfrentaban o cuestionaban la dictadura?

Javier Rodrigo y otros historiadores de la violencia franquista explican que ahí había un plan basado en el terror. Esa política fue muy exitosa. Había mucho miedo y se perpetuó durante varias generaciones. Eso explica el silencio que hubo después. En la Transición los desaparecidos pasaron de puntillas y hubo que esperar al año 2000 para que un nieto dijera: “Perdón, quiero sacar a mi abuelo que está enterrado en la cuneta de mi pueblo”. Entonces hubo una oleada porque resulta que había muchas personas como Emilio Silva [el presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica]. Las detenciones y ejecuciones de las dictaduras latinoamericanas son posteriores en el tiempo. Los tribunales internacionales son posteriores a la II Guerra Mundial y nuestro conflicto es previo a los Juicios de Nüremberg. Fíjate lo que pasó en Yugoslavia. Eran los años noventa y estábamos en otro momento, claramente. Hubo detenciones y ejecuciones masivas, se abrieron fosas comunes para hacer desaparecer los cuerpos y, en plena guerra, algunas de esas fosas se exhumaron para deshacerse de los restos y no dejar evidencias porque los asesinos sabían que los crímenes serían investigados. Aquí, al contrario, llama la atención que los militares fueron muy concienzudos dejando documentación escrita de los juicios sumarísimos y los listados que aparecen por algunos archivos. Algunos elementos de la represión están documentados por los propios represores.

Recuerdo que en una entrevista que le hice a Gervasio Sánchez hace algunos años me dijo que la Ley de Memoria Histórica que aprobó el Parlamento durante el primer gobierno de Zapatero nació muerta porque no se la dotó de fondos suficientes. En esa época usted ya estaba exhumando fosas.

Esa ley tenía el valor de romper el tabú y poner el tema sobre la mesa, pero era muy floja. Es mucho más contundente la ley balear, que deja muy claro que es responsabilidad del Govern atender la búsqueda, identificación y protección de las fosas que hay en el territorio insular. En cambio, la ley que se aprobó en 2007 era mucho más laxa y su financiación consistía en subvenciones que solicitaban las asociaciones o agrupaciones de familiares. Generalmente, estábamos detrás equipos [técnicos] ayudándoles, pero ¿quién miraba si aquello estaba bien hecho? Se le cedía la responsabilidad a la iniciativa popular y es una de las cosas que se han solventado durante las legislaturas de los gobiernos de Pedro Sánchez. Ahora se podría criticar que, al considerar que las comunidades autónomas y los ayuntamientos también son Estado, sean ellos quienes estén gestionando el dinero. Hay ayuntamientos que no tienen ni idea y son las asociaciones y equipos que hay detrás quienes están impulsando los proyectos.

En algunas comunidades autónomas gobernadas por el PP se están desarrollando proyectos porque la financiación ha llegado directamente de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática.

Exactamente, como en la Comunidad de Madrid. Ahora mismo tenemos el proyecto de Colmenar Viejo, que era capital de partido [judicial] y concentró gran parte de las ejecuciones. Cuando cae Madrid la violencia fascista se hace a través de juicios sumarísimos. Allí se buscan restos de víctimas de la represión de posguerra. Este proyecto ha salido adelante, sin ninguna duda, por el gran impulso de la asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes. Tomaron la iniciativa y contactaron con Aranzadi. A la Comunidad de Madrid se le presentó un proyecto porque desde el Ministerio [de la Presidencia] se le hizo un ofrecimiento para que financiara algunos trabajos de exhumación. hubo silencio administrativo. Nunca hubo una respuesta. Al menos, en nuestro caso, hubo silencio administrativo.

Ha hablado de la importancia que tiene la figura de un especialista en psicología para complementar su trabajo acompañando en el recuerdo a los descendientes de las víctimas. ¿Qué poso o qué marca deja en los profesionales que trabajan en las exhumaciones ese contacto con los familiares?

Algún día tendríamos que ir nosotros a hablar con el psicólogo. Creo que es una parte de nuestro trabajo que nos gusta mucho. Los que estamos en esto, que no somos todos los arqueólogos, trabajamos en las fosas muy convencidos de lo que hacemos. El regusto que te deja es positivo. El contacto humano que se crea con la gente que hay detrás de estas asociaciones, ya sean familiares o activistas, como es el caso del Fòrum per a la Memòria d’Eivissa i Formentera. Cuando las cosas no salen bien no es agradable ser portador de malas noticias, y te sientes un poco responsable. En cambio, cuando las cosas salen bien este es un trabajo muy bonito.

¿Qué imágenes se le han quedado grabadas?

Un momento muy potente fue el homenaje que se le rindió a las rojas del Molinar. Ese auditorio lleno, esos discursos, esa música que sonó, las familias, ese ambiente de alegría reivindicativa que se vivió pese a que se estaba recordando un asesinato. A mí esa imagen no se me olvida.

La escenificación del fin del sufrimiento por no saber dónde está tu padre, tu abuela, tu hermano.

En Calvià hemos trabajado muy cerca de la familia de Joan Ferrà. Impulsaron las exhumaciones allí y consiguieron identificar a su familiar. Su hijo decía que ahora su padre se estaba “apagando tranquilo” y su nieto hablaba de “cerrar el círculo”. Lo que aspiran las familias es a cerrar una historia que está abierta y duele.

Han pasado cuatro meses desde las últimas elecciones autonómicas. El PP controla ahora el Govern balear. ¿En qué punto se encuentra el Plan de Fosas?

Nosotros seguimos funcionando a través de un grupo conjunto que formamos Atics y Aranzadi: tenemos un contrato firmado para hacer el IV Plan de Fosas, que incluye exhumaciones, estudio histórico de fosas y restauración de objetos. Nos quedan tres o cuatro intervenciones [en cementerios] por cerrar. Todos los estudios están en proceso, y ya se han presentado algunos de los primeros borradores. Están ahora mismo en revisión. Este verano ya se hizo una primera entrega de objetos a los familiares identificados y en octubre acabaremos de entregarlos.

¿Cerraría heridas que Marga Prohens, como presidenta de Balears, le diera el mismo apoyo institucional a su trabajo que el que le dieron Francina Armengol o Juan Pedro Yllanes?

Que la ley que avala el trabajo que hacemos los profesionales que buscamos a las personas desaparecidas en Balears a causa de la dictadura franquista estuviera apoyada por todos los grupos políticos del Parlament fue una diferencia clara respecto a otras comunidades autónomas. Ciudadanos y PP votaron a favor. VOX no tenía representación en el Parlament en aquellos momentos. El Partido Popular de Balears entendió perfectamente que el Derecho internacional humanitario apoya este trabajo. Siguiendo esa misma política, la que tenían en 2016, ¿por qué no darle continuidad ahora que gobiernan la máxima institución de las islas? Habrá que ver.





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