Desmontando a C Tangana
Antón Álvarez (Madrid, 1990) creció en una España que no acababa de llevarse bien con su pasado. Convertido en Crema primero y C Tangana después, el artista madrileño fue, desde el «underground», una de las fuerzas transformadoras del rap español a principios de siglo hasta convertirse, una década después, en una de las voces en español más importantes del mainstream gracias a su reimaginación de la tradición musical en español. «Fue el artista que reconcilió a un par de generaciones que no querían saber nada de lo español. Y convirtió toda esa energía negativa que existía hacia la cultura propia en algo que le hizo ser una estrella», dice José De Monfort, coautor y coordinador del libro «C Tangana. Del rap crudo a la alfombra roja» (Libros del Kultrum). Un volumen en el que, junto a Joan S. Luna, accionan los resortes de su vida y obra, buena parte de ella quizá desconocida para el gran público, que masivamente, eso sí, abrazó su trabajo «El madrileño» (2021). Chulo, ambicioso, romántico, generacional y trascendente. Y todo, ya lo saben, sin cantar ni afinar.
Las monografías sobre la trayectoria de un artista suelen dedicarse a creadores con una cierta trayectoria, lo cual podría parecer que no es el caso del madrileño. «Bueno, precisamente ese era el primer malentendido que queríamos abordar –dice Joan S. Luna, director de la revista «Mondosonoro»–. Tiene, vista desde hoy, una trayectoria considerable, de, al menos, 20 años de carrera, lo cual es sorprendente para muchos». Y es que los orígenes del rapero son claves para comprender la profundidad de la repercusión de su obra posterior. «C Tangana es el primero de los jóvenes que capta el espíritu de lo que se está haciendo fuera. En España, desde principios de los 90, hay una escuela de rap muy importante, pero él incorpora el estilo de otros artistas más sensibles o que tienen otro tipo de letras. Es cierto que entre sus temas está el éxito o el dinero, pero también habla mucho de amor, lo cual no era tan habitual hasta ese momento».
Rap vs. trap
Tomando las influencias de Drake y dentro del colectivo Agorazein (junto a Sticky M.A., Jerv.AGZ, I-Ace y Fabianni, y con quienes ha anunciado su regreso 10 años después), C Tangana renueva la escena del rap español pero pronto ve ascender el trap, como una escena paralela poco a poco se va comiendo el espacio del rap con filosofía nihilista y artistas bastante mediocres. Y Antón Álvarez, que ha escrito encerrado en su piso de Quintana (Madrid), en una especie de contexto de austeridad rayana con lo deprimente, EP y trabajos de altos vuelos como «10/15» (2015) y «Love’s» (2012), se da cuenta de que algo tiene que cambiar. El único camino pasa por profesionalizarse.
Joan S. Luna aporta perspectiva histórica: «La anterior generación, la de los 90, cometió muchos errores. Publicaron discos que eran realmente obras maestras que forman parte del rap de nuestro país, pero, por ejemplo, no supieron gestionar el éxito ni hacer las cosas con rigor. Además, en las décadas anteriores, tanto en el rap como en la música alternativa se hablaba de ser auténtico, de no venderte. En el rap siempre ha hablado de dinero, pero manteniendo tus principios. Eso, con el nuevo milenio, empieza a cambiar y C Tangana lo comprende. Quiere llegar a nuevos públicos y presta atención al negocio y cómo está montado». Como añade De Montfort: «Si quieres ganar dinero necesitas a las discográficas, a la industria. Pero puedes aprovecharte de ella en vez de que sea al revés, como ha sucedido siempre».
C Tangana, hay que recordarlo, fue un rapero de manual. Se curtió en una escena completamente ignorada y callejera, publicando mixtapes y entrando en sonados «beefs», como con Nega de Los Chikos del Maíz (y con Pablo Iglesias, entonces candidato a Presidente del Gobierno, implicado) y después incluso defendió Madrid como su territorio del intento de usurpación del granadino Yung Beef. Vaciló de dinero sin tenerlo, rindió homenaje a los clásicos del hip hop y hasta consiguió seducir a marcas de lujo como Loewe para que patrocinasen a un raperillo desconocido. Como dice certeramente José de Montfort, el rap de C Tangana «está a medio camino entre el departamento de cuentas y el departamento comercial. A veces ha sido un poco suicida, pero siempre ha tenido un plan». Y le salió a la perfección: «Ídolo» (2017) apareció publicado por Sony no sin dejar de pregonar que era «el contrato más caro del gremio en España». Se trataba de un disco en torno a una idea declinada en doce canciones: convertirse en el becerro de oro de la música... pero escribiendo en su pisito de treinta metros en Quintana. «Fue un acto de pura fe en uno mismo. Uno de esos casos de ‘‘piensa en grande y saldrá bien’’», añade Montfort.
«Avida dollars»
Sin embargo, tras publicar aquel trabajo su vida se transformó con solo invocar su deseo: C Tangana dejó de ser el típico rapero español malencarado y marginal. Había nacido una estrella del pop con un discurso elaborado que, eso sí, algunos tildaron despectivamente de «neoliberal» por sus abiertas alusiones al capital. Pucho se defendía solito, como demostró en una legendaria rueda de prensa en el Primavera Sound 2018, junto a Yung Beef y Bad Gyal, y en la que catalizó todo su discurso. Yung Beef defendía el «underground» y la independencia (su grupo, Pxxr Gvang acaba de romper su contrato unilateralmente con Sony, de hecho, para hacer su discográfica, La Vendición), mientras que C Tangana propone combatir a sistema desde dentro. «Para Puchito, la máxima es irrebatible: ganar tanto dinero como puedas», escribe De Montfort. Su siguiente paso será publicar una «mixtape» –formato urbano e independiente– que se tituló «Avida Dollars», que tomaba el título del anagrama que André Breton le dedicó a Salvador Dalí por su supuesta ambición crematística (nótese la referencia no banal). Pieza clave de todo este discurso es «Llorando en la limo», de ese trabajo. «Hacer dinero es un arte, los buenos negocios son la mejor de las artes», escribe el ensayista. Como le dijo a Fernandito Kit Kat en un famoso «beef» ante su supuesta superioridad por la independencia: «El sistema se nutre de gente como tú, los que se creen que están fuera, pero solo están abajo».
Sin embargo, no será esta la única ruptura que provoque C Tangana en una escena urbana que cada vez tiene más importancia en el panorama musical. Una de las máximas de la cultura del trap, rabiosamente joven y marginal, es ignorar lo anterior: «Venían a arrasar con todo, a hacer borrón y cuenta nueva –dice Joan S. Luna–. Pero pronto entra en un callejón sin salida. Y entonces C Tangana da un golpe de timón y toma a todos los referentes que se suponía que había que barrery rescata el legado de artistas como Kiko Veneno, los Gypsy Kings, o incluso José Feliciano, Elíades Ochoa y Toquinho... y utiliza todo ese legado para llegar todavía a más público con ‘‘El madrileño’’».
Para Montfort, Tangana «es de los primeros que se adelanta a la resignificación de lo español, que en algunos contextos es una idea que provoca fricciones. Porque hay cosas con las que nos sentimos identificados y otras no nos gustan tanto. Por eso su figura es tan interesante, porque es un reflejo de debates que están en la sociedad muy presentes esos años, es un reflejo de nosotros y hace que nos deje de dar vergüenza lo castizo, lo ibérico, lo cutre incluso, si quieres. Reivindica esa españolidad a través de la moda y el folclore. Y encima es un homenaje a su padre, porque es la música –de Drexler a Calamaro– que le gusta a él. Pero lo más increíble es cómo ha sabido leer el momento histórico y aprovecharse de ello para imponer su mirada artística». Como destaca Joan S. Luna, en un contexto de crispación identitaria en España, «él toma posesión de lo español quitándole las connotaciones políticas y lo hace con orgullo, con mucha calle».
Tras publicar «El madrileño», a Tangana se le acusó en redes de machista, de dar una visión casposa a pesar de tratar de evitarla sobre algunos de los temas que trataba, de no incluir ninguna voz femenina en el disco. ¿Por qué no lograron cancelarle a pesar de estar en el ojo del huracán? «Yo tengo una teoría –dice Montfort–, y es que de alguna manera Tangana representa a lo mejor lo peor de la sociedad española. Está en medio de todas las fricciones que hay y por eso se le ama y se le odia. Pero reconocemos en él cosas que nos gustan y otras que no: la chulería, la actitud de macho ibérico, a lo mejor eso repele un poquito, pero al mismo tiempo sí que nos gusta. Y pasa igual con la idea de fama y el éxito, esa manera tan explícita de tratar un tema que, por nuestra moral católica, es tabú: el dinero. Tangana creo que toca la fibra justo donde duele en esos temas y en algunos otros. Cambió la industria musical, generó debate, publicó unos discos magníficos y encima ha triunfado». Y todo, recordamos, sin cantar ni afinar.