En vísperas de las fiestas navideñas recibo la llamada de
Kenny Simpson, autor de una de las canastas más recordadas de la historia del basket blaugrana y que valió para ganar la Liga 86-87 al derrotar por 3-1 al Ron Negrita Joventut en un vibrante playoff final. Había conocido al ‘eléctrico’, tal como lo bautizó el maestro
Borderías por su juego chispeante el verano anterior en Valencia. Le hice saber el interés que tenía por su fichaje
Aito García Reneses, que quería aumentar la exigencia sobre
Epi y
Sibilio, estrellas indiscutibles del equipo. La llegada a golpe de talonario de
Jiménez y
Costa, dos jugadores de la máxima confianza del entrenador, completaron una gran plantilla. La incorporación de un absoluto desconocido como
Simpson parecía un capricho del técnico. Procedente de la liga sueca y enrolado en el equipo de ‘mercenarios’ que reclutaba el agente norteamericano Luciano
Cappiccione, con su 1,95 de estatura convirtió a Kenny en el extranjero más bajo de la ACB y con el salario más reducido, con 30.000 dólares anuales.
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