«No se trata de contar los empleos generados, sino de cambiar vidas»
Work4Progress es un programa del Área Internacional de Fundación La Caixa que contribuye a la creación de trabajos de calidad en entornos rurales de Colombia, India, Mozambique y Perú para mujeres y jóvenes.
¿Qué diferencia a Work4Progress de un programa de cooperación tradicional?
El enfoque occidental de la cooperación –pensar que llevamos soluciones a lugares que no las tienen– sigue vigente, aunque sepamos que ya no funciona. Y esa lógica genera desigualdad. Work4Progress se plantea como una plataforma de innovación social, un espacio de aprendizaje conjunto donde todos los actores aportan y aprenden, y se busca el beneficio común. No se trata de implantar pilotos aislados, con resultados difíciles de escalar, sino de llevar a cabo experiencias de innovación conectadas entre sí.
¿Qué es la innovación social?
Surge como respuesta a una visión de la innovación centrada en lo tecnológico o empresarial. Lo que nos interesa es cómo las sociedades aprenden a responder colectivamente a problemas complejos, en nuestro caso la generación de empleo en zonas rurales. La innovación que nos interesa va a la raíz del problema, no busca resultados rápidos, sino un impacto real.
¿Cómo logran salvar las diferencias culturales de los distintos países en los que trabajan?
Hemos descubierto que las diferencias entre países no son tan grandes, porque los retos son parecidos. Así, uno de los principales problemas para generar empleo en zonas rurales es que los jóvenes no quieren quedarse en el campo. Eso ocurre en Mozambique, Cataluña o Euskadi. Eso no quita que haya que construir mecanismos de interacción adaptados a cada cultura, pero con un objetivo: entender las necesidades desde dentro. Ningún proyecto que no esté construido desde las comunidades funciona.
¿Cómo garantizan la participación de las personas?
Recogemos narrativas locales y las organizamos en perfiles etnográficos que reflejan las formas de ver la realidad de distintos colectivos. Esto permite saber si una iniciativa está alineada con las percepciones de la comunidad. A veces sus ideas no se ajustan a los datos objetivos, pero influyen más en el éxito de un proyecto que las circunstancias en sí. Work4Progress tiene una forma muy sistematizada de incorporar esa dimensión cultural a los procesos de desarrollo. El reto ahora es saber aprovechar las herramientas digitales para que esta escucha y creación conjunta sean más ágiles y podamos obtener más información. Y ahí Fundación La Caixa ha hecho una apuesta fuerte, que puede ser referente a nivel global.
¿En qué consiste esa apuesta?
Tenemos la información de todos los proyectos digitalizada y eso nos permitirá aplicar inteligencia artificial para analizar mejor lo que está pasando y hacer simulaciones. Por ejemplo, podremos interactuar con un bot que represente las aspiraciones concretas de las mujeres jóvenes en Uttar Pradesh, India, y preguntarle si una iniciativa tiene sentido para ellas. No se trata de sustituir el trabajo humano, sino de complementarlo.
¿Es seguro usar estas tecnologías en el Sur global?
En esos países, las necesidades son tan urgentes que la tecnología se adopta rápidamente, sin pensar en los efectos secundarios. En el Norte, hay más precaución. Lo ideal es el equilibrio: aprovechar las herramientas con conciencia crítica. Hay que reconocer las oportunidades que genera la tecnología. Gracias a ella, podemos aprender mutuamente. Desde el Norte, podemos ver cómo se están aplicando en el Sur y cómo pueden escalarse. Y en los países del Sur se están desarrollando soluciones que manejan grandes volúmenes de datos y, por lo tanto, necesitan de infraestructuras que están en el Norte. Lo importante es generar colaboración en términos de horizontalidad.
¿La cooperación tradicional está anticuada?
Replicamos en la cooperación lógicas de la consultoría tradicional que buscan eficiencia en la gestión, pero que nos alejan de nuestro objetivo principal: el impacto. Algunas entidades ya están haciendo una transición hacia lógicas de plataforma, buscando conectar actores, generar espacios de experimentación e incorporar innovación abierta. Lo mismo pasa con los donantes. Algunos siguen en una lógica antigua, mientras que otros empiezan a mirar el impacto que producen.
¿La cooperación tradicional está anticuada?
Las grandes prioridades de la Comisión Europea son la competitividad y la resiliencia, pero no hay competitividad sin innovación social. Hay evidencia que avala que un sistema no es competitivo si genera desigualdades sociales y, por otro lado, la resiliencia tiene que ver también con la generación de capital social: para ser resilientes, las sociedades han de aumentar su capacidad de respuesta colectiva ante una situación de crisis. Por lo tanto, temas como la cooperación, la innovación social, la competitividad y la resiliencia tienen que tratarse en la misma mesa. Es muy importante que programas como Work4Progress demuestren que pueden contribuir a la competitividad y la resiliencia con estrategias más interesantes que las que se plantean en términos tradicionales.
¿Qué retos tiene ahora por delante el programa Work4Progress?
Tenemos que centrarnos más en el impacto: no solo en cuántos empleos se han generado, sino en qué tipo de empleo, cómo afecta a la familia, a la comunidad, si empodera a mujeres y jóvenes, si rompe estructuras de desigualdad. Lo importante es entender cómo esos empleos cambian vidas.