La ceguera no frena a Guadalupe Iglesias: publica 'Pucheros de vida', su segunda novela
En 1991, una enfermedad llamada retinosis pigmentaria tocó la puerta de Guadalupe Iglesias, que se quedó ciega total diez años después. Esta madrileña nacida en 1961 no pudo terminar sus estudios de Derecho y se sometió a una operación muy novedosa, cuyo proyecto, Argus II, fue conocido popularmente como 'el ojo biónico'. Le implantaron un microchip de 60 electrodos en su ojo derecho y estuvo cinco años aprovechándose de esa 'visión artificial' con la ayuda de unas gafas. Regresó de las tinieblas hasta que en 2020 su nervio óptico dejó de funcionar y, con esto, el dispositivo. «Hoy por hoy, sigo sin ver nada, ni siquiera sombras o bultos -cuenta a ABC por escrito-, aunque tengo la confianza en que, más pronto que tarde, aparecerá una solución para restaurar la visión que tenía antes de cumplir los 30 años ». Gracias a 'Jaws', un programa informático que sirve como lector de pantalla para ciegos o personas con visión reducida, Guadalupe ha escrito su segunda novela, 'Pucheros de vida' (Editorial Medialuna), después de publicar en 2018 'Al fin la luz', prologado por Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015. «El programa informático es capaz de leer el texto que estás escribiendo, pudiendo incluso detectar mediante el tono de la voz que nos habla si hay alguna palabra mal escrita o si hemos unido dos palabras que han de estar por separado», explica la autora, afiliada a la ONCE. 'Pucheros de vida' es la crónica de una familia de migrantes de provincias. Es la historia de Rogelio, el marido de Guadalupe, que están juntos desde que eran adolescentes. «Sus padres, gallegos de nacimiento, llegaron a Madrid para trabajar sin descanso y conseguir su meta, que no era otra que poder dejar a su descendencia un piso o lo que fuera para que siguiesen gestionando hasta que sus nietos se lo puliesen», desgrana Guadalupe, que da charlas sobre crecimiento personal y colabora en programas de radio. Ernesto y Martina son los protagonistas de la obra, «un claro ejemplo de supervivencia en el Madrid de los años 40 y con la que viajaremos desde finales del siglo XIX a inicios del XXI». Martina llegó a la capital con tan sólo tres meses de vida de la mano de su tía Celsa, quien regentaba una pequeña taberna en el centro de la ciudad junto con su hermano Román. Con los años, aquella niña se convertiría en una gran cocinera después de elaborar cientos de pucheros y soltar en el camino muchas lágrimas para conseguirlo. «Su vida no fue fácil, como la de casi nadie, en una España complicada para quienes pretendían labrarse un futuro desde cero», continúa la escritora. Para todo ello, Guadalupe tuvo que realizar una ardua labor de investigación con la que reunió datos, fechas y lugares, ya que la novela viaja por Galicia, El Bierzo, Madrid, Jerez de la Frontera, el sur de Francia, Marruecos y Cuba. 'Pucheros de vida' encierra sorpresas, como la portada, en la que se ve a un niño subido a un burrito de madera. «Es mi marido cuando contaba apenas tres años. Teníamos esa fotografía en el restaurante desde que se hizo la última reforma y en el que trabajé. Creí que, sin lugar a dudas, reflejaba gran parte de lo que se narra en la novela», desvela Guadalupe. Ella ha querido contar la historia de Rogelio porque, dice, se lo debía a sus suegros, a sus padres -la madre de la autora aún vive- y a todas esas personas que han trabajado sin descanso para conseguir una vida mejor para ellos y para sus descendientes. «Es un homenaje incluso para aquellos que en plena pandemia dejaron su vida sin poder despedirse de sus seres queridos», afirma. «Creo que este mundo del bienestar que hoy disfrutamos comenzó con ellos, gracias a su constancia, su dedicación al trabajo y su austeridad», reseña antes de opinar sobre palabras anacrónicas. Noticia Relacionada estandar No El gesto de David Bisbal con un fisioterapeuta sordo de Parapléjicos: «Es una lástima que no pueda oír sus canciones» Manuel Moreno El cantante visitó y cantó por sorpresa en el hospital donde su hermano José María fue tratado de una lesión medular durante cinco meses El 25 de enero se aprobó definitivamente la reforma constitucional para eliminar 'disminuido'. Términos como éste, responde Guadalupe, muestran a las personas con algún tipo de enfermedad como seres limitados e inútiles y, por lo tanto, no válidos. «Pero somos personas con capacidades diferentes. Si bien no sería conveniente que pilotara un avión o condujera un coche, podemos ser músicos, fisioterapeutas, teleoperadores, escribir libros y realizar un sinfín de profesiones en las que la falta de visión, por ejemplo, no te incapacita para llevarlas a cabo», reclama. «Con información y explicando en los colegios quiénes somos y qué cosas hacemos -prosigue-, en el futuro serán erradicadas no sólo las palabras, sino lo más importante: la idea que se tiene de nosotros como seres incapacitados». Y un ejemplo es la segunda novela de Guadalupe Iglesias, a la que no frena ni su ceguera.