A 30 años del mensaje pastoral ‘El amor todo lo espera’
LA HABANA, Cuba. – Este 8 de septiembre, día de la Caridad del Cobre, arribamos al 30 aniversario de que la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba diera a conocer el mensaje pastoral El amor todo lo espera. Se trató de un documento emitido en uno de los momentos más duros del llamado Período Especial, cuando nuestro país parecía hundirse en medio de una crisis que abarcaba todas las facetas de la vida nacional.
El documento no se limitaba a exponer la intensidad de la crisis, sino que también recomendaba acciones para comenzar a salir del atolladero. A las transformaciones económicas que las autoridades empezaban a implementar, los obispos añadían la necesidad de cambios políticos en la Isla, “pues lo político y lo económico están en estrecha relación”. Y más adelante el mensaje apuntaba que “deberían erradicarse ciertas políticas irritantes, lo cual produciría un alivio indiscutible y una fuente de esperanza en el alma nacional”.
Entre esas políticas estaban el carácter excluyente y omnipresente de la ideología oficial, las limitaciones impuestas a la libertad, el excesivo control de los órganos de la Seguridad del Estado, que llegaba incluso a la vida privada de las personas; así como las discriminaciones que afrontaban las personas por motivos políticos o filosóficos.
La jerarquía católica sugería igualmente el establecimiento de un diálogo entre cubanos para resolver los problemas del país. “Un diálogo con interlocutores responsables y libres, y no con quienes antes de hablar ya sabemos lo que van a decir, y antes de que uno termine, ya tienen elaborada la respuesta”.
Y aunque era el amor por Cuba lo que se apreciaba en el mensaje pastoral, no fue ese el sentimiento que dicho documento provocó en los gobernantes cubanos. Al contrario: la ira de la prensa oficial llegó a calificar a los obispos como aliados de la “contrarrevolución miamense”, y al mensaje pastoral como “un puñal clavado a la Revolución por la espalda”. El castrismo, acostumbrado a imponer sus conceptos y puntos de vista a la sociedad, no podía aceptar que los obispos hablaran de “embargo” y no de “bloqueo” al referirse a la política de Estados Unidos hacia Cuba.
El mensaje pastoral circuló impreso en las iglesias, y cuando muchas personas indagaron acerca de la posible publicación del documento por las autoridades del país, la respuesta fue que no había suficiente papel para tal empeño. ¡Qué falta de respeto! No había papel para que todos los cubanos conocieran el contenido del mensaje pastoral, pero sobraba el papel para saturar a la población con los kilométricos discursos que Fidel Castro pronunciaba en todas partes.
Casi cinco años después de que viera la luz El amor todo lo espera se produjo la visita a Cuba del papa Juan Pablo II. La maquinaria castrista maniobró de forma tal para que durante la estancia del sumo pontífice no afloraran los encontronazos que habían signado las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado cubano.
Sin embargo, las palabras pronunciadas en esa ocasión por el arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, le aguaron la fiesta al castrismo. Señalar a los que habían confundido la patria con un partido político no podía ser la opinión de un sacerdote descarriado ―como algunos quisieron presentarlo―, sino que era el sentir de la Iglesia Católica, y más aún, de la inmensa mayoría de los cubanos, tanto los que habían podido acceder al mensaje pastoral, como aquellos que no tuvieron esa oportunidad.
A la postre, entre las muchas evidencias que nos dejó El amor todo lo espera descuella la intolerancia del régimen castrista ante cualquier cuestionamiento a su poder omnímodo. Una intolerancia que, lamentablemente, se mantiene invariable tres décadas después.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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