Siempre fuimos de luces largas en educación
La ausencia de una política de Estado y los desafíos modernos han llevado a una crisis educativa que demanda una nueva revolución en el sistema.
La historia de la educación costarricense, desde la conquista hasta el nuevo siglo XXI, estuvo marcada por grandes hitos y la importancia que se le dio a la enseñanza.
Costa Rica fue líder regional. Cartago era la ciudad ilustrada por excelencia desde Guatemala hasta Panamá. El período comprendido entre 1492 y 1812, con las Cortes de Cádiz, fue de enorme trascendencia para la identidad nacional y para la educación en particular.
La participación del doctor y sacerdote Florencio del Castillo en las Cortes de Cádiz, aunada a su capacidad intelectual, es quizás el punto más alto de todo ese período. La autopista que lleva a Cartago rinde honor a quien cambió el devenir educativo de Costa Rica. En esa época, todos los caminos educativos conducían a Cartago.
De 1812 a 1848, el Dr. José María Castro Madriz nos convirtió en república soberana, y la educación fue prioridad para los fundadores de la patria. Las direcciones educativas pasaron a manos del Estado y la educación era una política nacional. Sin embargo, 176 años después, la educación es más una cuestión electoral y de improvisaciones que una política de Estado. Ahí nace la crisis educativa.
En 1886, se estableció la educación primaria gratuita y obligatoria, lo que nos hizo líderes mundiales en alfabetización. Surgió la figura de Mauro Fernández, padre moderno de nuestro modelo educativo. La Ley General de Educación de ese año fue el comienzo de un vertiginoso proceso de fortalecimiento de escuelas, colegios y universidades.
Con el siglo XX, llegaron más y más ilustres ciudadanos, adelantados a su época en materia política y educativa; mencionar a Roberto Brenes Mesén, Joaquín García Monge, Carlos Gagini, Omar Dengo y Luis Felipe González Flores es solo una muestra de la visión y capacidad que nutría el crecimiento de nuestra patria y de su sistema educativo.
Ya no era solo Cartago, sino también Heredia la que sería cuna de grandes educadores. La Escuela Normal nutrió de maestras y maestros al país; es posible que debamos volver a una nueva escuela nacional donde se formen los educadores, porque una política de Estado sobre la enseñanza debe tener como pilar la formación y capacitación de los educadores. Las universidades públicas, con todas sus sedes y recintos, deberían asumir este reto urgente.
En el período posdictadura de los Tinoco, de 1919 a 1948, la educación vivió un período de acomodo. Las reformas y leyes de Mauro Fernández siguieron vigentes, a pesar de la fuerte presión dirigida a un cambio.
Es quizás el año 1940 el más trascendental en la historia moderna educativa, pues la creación de la Universidad de Costa Rica tuvo un impacto inconmensurable en la vida nacional. El Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, en la presidencia, y Luis Demetrio Tinoco, como ministro de Educación, fundaron en 1940 la universidad que mejoró la vida de cientos de miles de costarricenses. Posteriormente se crearon también el Instituto Tecnológico de Costa Rica (1971), la Universidad Nacional (1973) y la UNED (1977).
Con la llegada de la Segunda República y la educación como bandera, nuestro ejército se formó de estudiantes y maestros. No por poco se le dice a este período (1948-1949) el “de la reforma de la educación”.
Uladislao Gámez Solano fue el precursor posterior a la revolución. Bajo su liderazgo se sentaron las bases de lo que hoy llamamos Ministerio de Educación Pública, y el Consejo Superior de Educación (1951), que nació con la idea de limitar las ocurrencias de los próximos presidentes.
La Ley Fundamental de Educación (1957) fue el pilar filosófico de la educación; los fines y propósitos ahí manifestados surgen de una visión clara de la persona y de la educación integral que se necesita.
El crecimiento poblacional de finales del siglo XX, la posterior falta de una política de Estado en materia educativa, los retos del siglo XXI, la acelerada tecnología y mucho más nos han sumido en una profunda crisis educativa, que quizás sea más política que otra cosa.
Siempre fuimos de luces largas en educación; la oscuridad se cierne sobre el sistema, pero tocar fondo nos debe conducir a una nueva revolución educativa.
El autor es educador.