La hermana menor de la muerte: Clío y el diluvio
En la madrugada del sábado 17 de octubre de 1970, el octogenario Trinidad salió de su casa, situada en la calle Villavieja, consternado, en pijama y descalzo, pese a la gran tormenta que estaba inundando las calles de la ciudad. Era una figura alta, delgada y encorvada, de barba entrecana y mirada absorta. Un pensamiento le obsesionaba: rescatar a Eugenia, su nieta de 8 años, que acababa de ser raptada por tres erinias. Se la habían llevado volando por la ventana de la habitación de su casa, en la que dormía.