«¿Por qué si somos tan inteligentes hacemos tantas estupideces?»

La historia también se rige por las emociones de los hombres. Esa es la teoría del filósofo y escritor José Antonio Marina (Toledo, 1939), que acaba de publicar 'El deseo interminable' (Ariel), donde expone que lo que distingue a la evolución animal de la humana es que las necesidades animales son finitas, mientras que los deseos humanos son interminables: por eso hay que prestarles atención. «Una cosa es conocer lo que ha pasado, y otra cosa es comprender lo que ha sucedido. Por debajo de la conducta de las personas, de los hechos, siempre hay una motivación que tiene que ver con el mundo afectivo, con los deseos, con los anhelos. Y la historia, al fin y al cabo, no es más que una miríada de actos individuales... Si no comprendemos lo que hay por debajo de estos actos nos quedamos en la superficie de los hechos», afirmó Marina durante la última cita del Aula de Cultura de ABC, en la que conversó con Carlos Aganzo, director de la misma. Marina afirmó que la historia, desde el punto de vista emocional, es diferente a la tradicional. Y para explicarse acudió a la astronomía: visto con un telescopio de luz natural, el universo se nos presenta como algo ordenado, bello y geométrico; sin embargo, si utilizamos un telescopio de rayos gamma, lo que vemos son ráfagas de energía, espectros violentos. Lo mismo ocurre con la historia: el pasado cambia cuando atendemos a la medida deseo y no solo de los hechos. «Yo me valgo de los hechos que aportan los historiadores, pero la historia que yo veo es muy violenta, para bien y para mal. Muy dinámica, muy sorprendente, nada apacible. Es la historia vista con rayos gamma», aseveró. La conversación pronto derivó en el gran tema humano: la felicidad. «Yo nunca creí que iba a escribir sobre la felicidad, y he acabado escribiendo una historia de la felicidad», confesó el intelectual. A su juicio, la búsqueda de la felicidad es el verdadero motor de la historia, incluso de las atrocidades más salvajes. «La felicidad es el momento en el que el deseo deja de ser interminable. Toda la historia, en último término, tiene como origen la búsqueda tanteante de la felicidad. Incluso cuando hemos hecho cosas atroces, en último término había un intento de buscar la felicidad. Es el hilo dorado, como diría Platón, que engarza todas nuestras acciones». Desde ese prisma, continuó el autor, la justicia no es un valor en sí mismo, sino un medio: «Es la utopía de facilitar la felicidad de las personas hasta donde se pueda». Y esta utopía, añadió, se concreta en los derechos individuales. «Hay un momento en el que aparece una idea rarísima: la idea de que los seres humanos no solo nacen con riñones, estómago, etcétera, sino también con derechos. Y esta es una ficción salvadora maravillosa. Una gran creación. Al reconocer que tenemos derechos innatos, se le puede poner freno al soberano. Es una creación de tal genialidad... Es la creación más innovadora de la mente humana, más que la literatura, más que el arte: la creación un concepto tan sumamente antinatural como el de los derechos de las personas». Noticia Relacionada estandar Si El mito desmontado de Magallanes: «La expedición fue un fracaso total» César Cervera Felipe Fernández-Armesto firma un libro implacable con la figura del navegante y desmonta el aura romántica de una travesía que alcanzó tintes de pesadilla 'El deseo interminable', reveló Marina, nació de una pregunta que se hizo al observar el siglo XX: «¿Por qué si somos tan inteligentes hacemos tantas estupideces?». «Igual que hay un movimiento civilizador hay un movimiento descivilizador», subrayó el escritor mientras enumeró guerras civiles, genocidios, violaciones sistemáticas, hambrunas programadas políticamente y demás horrores de nuestro pasado reciente. «A mí me interesa saber cuál es el metabolismo emocional de estas cosas. Porque hay mecanismos emocionales que propician este tobogán de descenso a los infiernos. Como la creación de la figura del enemigo, o la inhumanidad, o la falta de empatía. Quería ver hasta qué punto somos víctimas de ciertos esquemas emocionales».